Gracias, controladores. Crónica de mi viaje a Ámsterdam

Viernes, 19:05. Partimos de nuestra ciudad para llegar a Barcelona. Nuestro vuelo hacia Amsterdam parte a las 6:45, pero el autobús que comunica nuestra ciudad con el Aeropuerto del Prat sale a las 20:00 del viernes y a las 5:00 del sábado, así que decidimos coger uno antes para dormir en la capital y partir hacia el aeropuerto de madrugada.

Llegamos a casa de los amigos que nos dejan dormir unas cuantas horas antes de salir hacia el aeropuerto. Mientras cenamos, observamos preocupados la situación de los aeropuertos españoles: el del Prat también está afectado por la huelga encubierta de los controladores.

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[i]Uno de los mensajes aparecidos durante las primeras horas de la mañana en el Aeroport del Prat[/i][/align]

Nos vamos a dormir intranquilos. Nos despertamos a las 3.30 de la madrugada. En el móvil, un mensaje de Vueling: «[i]Su vuelo VLGXXXX ha sido cancelado. Para más información, entre en [url url=http://www.vuelingnews.com]http://www.vuelingnews.com[/url][/i]«. Antes de partir hacia el aeropuerto, entramos a dicha web. Nuestro vuelo está en la lista de trayectos cancelados. «Cambiar de vuelo gratis». Hacemos click en el enlace, y tras ver varias páginas, nos encontramos con que nos obligan a desembolsar 600 euros. Decidimos llamar al número de atención al cliente de Vueling, pero a esa hora nos atiende un robot con el que es imposible mantener una conversación, así que decidimos dirigirnos al aeropuerto para cambiar el vuelo, desobedeciendo las recomendaciones de Aena que proponían a los viajeros no acudir a las terminales.

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[i]La gente tomaba fotos de las pantallas informativas, repletas de la palabra «cancelado»[/i][/align]

A las 5 llegamos a la Terminal 1. Muy bonita, nueva, reluciente, dominada por un silencio sepulcral. La cola frente las taquillas de Vueling no supera las 30 personas. Nos añadimos a ella, y 10 minutos después, ésa cola ya alcanzaba unos 50 metros.

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[i]Colas en la Terminal 1 alrededor de las 13h

La gente se mostró en todo momento muy respetuosa, sin gritos ni alborotos, incluso delante de las cámaras de televisión que inundaban la terminal[/i][/align]

Llega nuestro turno. Cambiamos el vuelo por el de las 6 de la tarde del mismo viernes. Sólo queda esperar. A medida que van pasando las horas, las esperanzas de partir hacia Amsterdam se van desvaneciendo. El espacio aéreo español está completamente cerrado; no hay ni un solo avión encima de España. Sobre las dos de la tarde, Aena informa por megafonía que las compañías españolas Vueling, Air Nostrum, Iberia y Spanair han cancelado todos sus vuelos hasta el día siguiente.

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[i]Éste era el vuelo de las seis de la tarde que podríamos haber cogido[/i][/align]

Mientras comemos, rellenamos la hoja de reclamaciones de Aena: queremos que nos devuelvan los gastos aparecidos tras la cancelación del vuelo (comidas, medicinas, penalizaciones del hotel por haber cancelado la primera noche e indemnizaciones por daño moral).

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[i]Las mesas estaban llenas de personas rellenando las hojas de reclamación de Aena

Los restaurantes se hicieron de oro con las consumiciones de los afectados[/i][/align]

Alrededor de las 4, hablando con una periodista de Telecinco, nos enteramos de que Vueling empezará a operar el sábado a las 6.45h, 24 horas después de la hora en la que teníamos que haber partido hacia Holanda. Rápidamente nos dirigimos hacia las taquillas de Vueling, cuyas colas de gente habían alcanzado hasta mediodía  la otra punta de la terminal, dispuestos a cambiar, de nuevo, nuestro vuelo por el del sábado a la madrugada. Todo va bien: el vuelo saldrá y podemos cambiarlo, pero entonces surge el gran problema.

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[i]Las colas de las compañías que habían cancelado sus vuelos alcanzaban el final de la terminal[/i][/align]

«[i]Me temo que tengo malas noticias[/i]«, dice el hombre detrás del cristal. «[i]No hay plazas para el avión de las 6.45, hay un overbooking de 4 personas[/i]«. Resignados, y tras valorar que estar menos de 3 días en Amsterdam no valía la pena, decidimos que nos devuelvan el dinero. Aquí se acaba, gracias a los grandísimos hijos de p*ta niños de papá mimados de los p*tos controladores, nuestro Puente de la Purísima, esperado con los brazos abiertos, pues ya es la segunda vez que intentamos ir a Amsterdam y no podemos, por los motivos que sean.

Una vez recibimos las noticias, decidimos volver a Barcelona, a casa de nuestros amigos. Quedaban cuatro días de puente por delante, y obviamente, no nos íbamos a quedar de brazos cruzados comiéndonos la cabeza, así que decidimos buscar algún otro destino al que se pueda acudir en coche. Tras tres horas deliberando, elegimos un destino al que ninguna de las tres familias que viajábamos había ido: Salamanca.

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[i]Salamanca renaciente maravilla. En la foto, la Plaza Mayor[/i][/align]

Domingo a las 8 de la mañana partimos hacia nuestro destino. Hoy hemos vuelto. Una vez vomitado todo el tocho, no pienso dar las gracias en ningún momento a los controlladores por habernos dado la oportunidad de descubrir una de las ciudades más bonitas de España, sino todo lo contrario. Desde nuestra humilde posición de ciudadanos de a pie subordinados a los controladores, pedimos al Ministerio de Fomento que deje sus escrúpulos aparcados y aplique mano dura ante la desfachatez de estos 500 grandísimos hijos de la grandísima p*ta, que por su p*to capricho de querer trabajar menos aun cobrando mucho más que los controladores europeos, han jodido la vida a 600.000 personas. Ojalá les caigan 1001 años de prisión a cada uno, y ojalá tengan que pagar las indemnizaciones y las reclamaciones de los afectados con su p*to sueldo. Que no les falta ni pasta ni morro.

Que sepan que 600.000 personas se han acordado de la familia de los 500 controladores.

Pido perdón por el lenguaje usado en los últimos párrafos.

¡Nueva York! Y yo quejándome por no poder ir a Amsterdam…